Época: Praxíteles
Inicio: Año 400 A. C.
Fin: Año 350 D.C.

Antecedente:
Praxíteles y su ambiente
Siguientes:
La plenitud praxitélica

(C) Miguel Angel Elvira



Comentario

Cefisódoto, al parecer, vio su fama extenderse por toda Grecia hasta el punto de recibir encargos de las ciudades del Peloponeso que, como hemos dicho, se creaban o renovaban al compás de la derrota espartana. En torno al 370 a. C. se trasladaría allá, acompañado por sus discípulos, para cumplimentar diversos encargos.
Con él llevaba, según parece -todas estas reconstrucciones biográficas son hipótesis modernas, y como tales hay que tomarlas-, a un joven escultor, de entre veinte y treinta años de edad, que debía de ser aprendiz suyo y, muy probablemente, su propio hijo: se trataba de Praxíteles. A lo largo del viaje, el joven artista, ya más colaborador que ayudante del jefe de taller, tendría la ocasión de comprobar lo útiles que resultaban estos desplazamientos: en ellos se contrastaban conocimientos con otros maestros y escuelas, se hacían obras en común, intentando unificar estilos, se aprendían, en fin, todas las novedades, y a la vez se estudiaban las grandes obras del pasado.

Praxíteles podría así, acaso, conocer a las últimas figuras de la escuela peloponésica, que tendían a instalarse en Sición: en Olimpia y Megalópolis trabajaban por entonces Alipo y Policleto el Joven, discípulos de Naucides; ellos le enseñarían a apreciar al gran Policleto, el maestro de la escuela, cuyas mayores obras, incluidos el Doríforo y la Hera, se admiraban en Argos.

Mientras, el taller trabajó de firme: en Megalópolis colaboró Cefisódoto con otro artista ateniense, Jenofonte, para realizar un grupo de Zeus, Artemis y la personificación de la propia ciudad (Pausanias, VIII, 30, 10), y Praxíteles, por su parte, se encargó en Mantinea de otro grupo, formado por Leto, Apolo y Artemis. Pausanias, refiriéndose a esta obra, dice que "en la base figuran las Musas y Marsias tocando la flauta" (VIII, 9, 1). Cuando aparecieron en Mantinea unas placas marmóreas que figuran el concurso entre Apolo y Marsias, además de unas Musas, lógicamente se impuso la identificación; sin embargo, se trata de obras demasiado convencionales dentro del arte ático del siglo IV a. C., y difícilmente pueden damos la medida de la creatividad de Praxíteles o de su taller.

Con la vuelta a Atenas se nos esfuma la actividad de Cefisódoto. En cambio, a partir de entonces empiezan á menudear los datos sobre Praxíteles, acaso el escultor clásico del que tenemos más referencias. Nos hallamos hacia el 365 a. C., y el artista, aún joven, comienza su personalísima trayectoria.

No deja de resultar humillante para los investigadores tener que utilizar para el estudio de la juventud de Praxíteles una anécdota digna de la más vulgar revista del corazón. Frine era una famosa hetera en la Atenas del siglo IV. Nacida en Tespias, probablemente hubo de huir al Atica cuando Epaminondas, en 373 a. C., destruyó su ciudad, y allí, ejerciendo su profesión, estuvo relacionada con nuestro flamante artista. El resto nos lo relata Pausanias: "Habiéndole pedido su amante Frine la obra que a él le pareciese más hermosa, dijo que se la daría..., pero no quiso decir cuál era la que estimaba tal. Entonces, apareció corriendo un esclavo de Frine, y dijo a Praxíteles que un incendio en su casa había destruido casi todas sus obras, aunque se habían salvado algunas. Praxíteles se limitó a salir y dijo que su mayor pena sería que las llamas hubieran deshecho su Sátiro y su Eros. Frine le dijo entonces que se tranquilizara, pues nada grave había sucedido, y ya había declarado, sorprendido por este ardid, cuáles consideraba sus obras más bellas. Frine entonces escogió el Eros" (1, 20, 1-2; trad. de A. Tovar).

Efectivamente, hay dos obras, de entre las consideradas de Praxíteles y conocidas por copias, que pueden corresponder a las citadas en este texto: el Sátiro Escanciador, probablemente un exvoto de los que encargaban los vencedores en concursos teatrales para colocarlos en la Vía de los Trípodes, y un Eros, el conocido por la copia incompleta del Eros Farnesio del Louvre, que sería el que Frine, en su ancianidad, acabaría donando a su ciudad natal reconstruida.

Como ambas figuras presentan la misma actitud, bastará que nos centremos en el Sátiro Escanciador, conocido a través de múltiples copias. Este Sátiro es toda una declaración de principios de nuestro artista: reducido el aspecto animalesco del diosecillo a poco más que las simples orejas puntiagudas, la figura oscila dejando limpia la visión de sus dos costados. Para nada oculta, en esta actitud y en su movimiento, que su punto de arranque se halla en el Diadúmeno de Policleto. Mas, igual que hizo Cefisódoto con los modelos fidíacos, Praxíteles es capaz, con la suave mirada del dáimon y con el ondular de las formas, de dar una sensación absolutamente nueva: el propio gesto de verter el vino desde la jarra de la mano derecha a la vasija de la izquierda hace que nuestra mirada ascienda por todo el perfil de la figura hasta el codo y la mano levantada, para después bajar por la cara hasta la otra mano: en una palabra, Praxíteles sugiere la preeminencia de los perfiles y la ligereza de las formas allí donde Policleto afirmaba las masas musculares y su estabilidad.

Aun sin intención de ser exhaustivos, no podemos olvidar, junto al Sátiro, otra obra fundamental en la juventud del artista: se trata de la Afrodita que conocemos a través de la llamada Venus de Arles. Acaso es la estatua de la diosa que en época romana se podía contemplar, como el Eros, en Tespias (Pausanias, IX, 27, 5). De cualquier forma, pese a su actitud algo fría, y a sus telas un tanto convencionales -muy en la órbita estética de la Irene-, aporta un elemento nuevo, que parece descubrir ahora el maestro: la desnudez de la diosa, en ruptura completa con la tradición.